Cuando participaba en el grupo H2O comandado por el inolvidable Felipe Ehrenberg† tío regañón y amigo, me mandaron como maestro, nosotros le decíamos instructor a realizar murales comunitarios en La Normal Justo Sierra mejor conocida como Cañada Honda.
Llegar a la normal rural que se sitúa 20 klm de Aguascalientes, sin saber que era solo para mujeres, sin saber nada de su historia, sin saber nada de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas, de México de su solidaridad, su disciplina a veces casi militar y yo más bien un burgués hippy medio anarquista, que tenía y tengo un serio problema contra cualquier tipo de autoridad, incluyendo la revolucionaria de izquierda tradicional.
Voy a dar clases pero solo soy un instructor, no me siento autoridad, vivo, como y duermo en su escuela, aunque lejitos del dormitorio de las muchachas, no vaya a ser, a veces me escapo a comer unos tacos en el pueblo o comilonas en Aguascalientes, eso de las privaciones nunca se me ha dado.
Cupo más que completo para el curso, los materiales vienen desde México, pinceles, aerosoles, masquin, etc. El mural se pinta en el auditorio a un lado de la escuela, así que podemos tener música, tomar refrescos y echar relajo, traigo unas gorras y camisetas de regalo, las que prometo regalar al final de curso, a las que se porten mejor !craso error!.
El mural va avanzando excepto por algunas broncas con la asociación de estudiantes o como yo les puse la nomenklatura, disque querían supervisar el mural, ver que no tuviera desviaciones ideológicas, hasta mandaron espías, creo que se calmaron, un poco cuando expliqué que el mural era de ellas, que ellas decidían el tema y ellas eran las protagonistas, yo solo un facilitador, la secretaria general de la nomenklatura era una chaparrita flaca, atractiva, con un carácter de la chingada, no le caía nada bien y un día se le ocurrió impedir asistir a la mejor alumna, disque porque tenia que cumplir con sus obligaciones revolucionarias pero al final tuvo que ceder, soy bueno pal argüende.
Todo iba como miel con hojuelas hasta que la nomenklatura decidió secuestrar unos camiones, porque el estado como era y es su costumbre no había mandado el presupuesto prometido, ya de por sí raquítico.
De repente la nomenklatura vino a sacarnos del auditorio para encerrarnos en la escuela sin derecho a salir ni por unos tacos, en unas horas la escuela estaba rodeada por gorilas, digo por policía estatales, eran como las 7 pm y yo quería ir al auditorio, pues había dejado mis pertenencias y los materiales, temía que los representantes de la ley fueran a robarlas.
Después de otro agarrón con la secretaria general me dejaron salir, pero eso sí bajo mi propia responsabilidad, así que ahí me tienen atravesando filas de mal encarados policías ayudado nomás con la palabra mágica de compermisito, después de unas horas regresé a la escuela con las pertenencias y muchos tacos, quien quita y el encapsulamiento fuera a durar un buen.
Dos largos días duró el sitio y yo con el sobresalto de que en cualquier minuto asaltaban la escuela y nos ponían una madriza de aquellas, varios maestros habían huido por la puerta trasera así que los que quedamos nos disciplinábamos a la nomenklatura, dormíamos todos juntos en el pasillo, por suerte yo traía un sleeping, al rato ya era hasta parte del comité de vigilancia y la secretaria general a veces me sonreía.
El problema se arregló, los camiones se regresaron, más bien la policía pasó por ellos sin decir agua va, el mural continuo, yo cada día más compenetrado con la escuela, es más, por un momento les pedí a las autoridades escolares si me podía quedar para siempre, aunque no me dijeron que no, sí mencionaron varias trabas burocráticas por las cuales era mejor que me regresara a la vida de niño rico a la gran ciudad.
Ya casi por terminar el mural, una muchacha amaneció con la noticia de la muerte de su papá, cuando se fue a despedir de mi se puso a llorar, me dio un abrazo un poco largo, un beso en el cachete y se fue corriendo.
El último día tuve que repartir las camisetas y gorras, claro algunas se quedaron sin regalos, resultado: unas se pusieron a llorar y dos se agarraron a moquetazos, paré la bronca al invitar a las que se quedaron sin nada unos tacos en la plaza, pero al final el gesto no contó pues terminé invitando a todas.
Ya en la noche pa despedirse las muchachas hicieron un performance terrible de una poesía coral revolucionaria, que de todas maneras agradecí casi con lagrimas en los ojos.
Termino, no sin antes dar las gracias a Felipe Ehrenberg†, el creador de estos talleres y asesor de mi tesis de maestría “El Taller De Mural Comunitario” Hecho en La Gloriosa Ex-Academia de San Carlos UNAM.
Un reconocimiento a Cañada Honda y a todas las tercas normales rurales que uno no sabe como, pero siguen existiendo.
Fotos bajadas de internet.
Las futuras maestras, en su mayoría hijas de ejidatarios defendiendo su escuela y la educación popular.